Ejercicio y cardiopatías
21 mayo, 2024Ejercicio y cardiopatías: claves a tener en cuenta y reconocimientos
El ejercicio aumenta las necesidades metabólicas, y las principales modificaciones que origina son el incremento del gasto cardíaco y del consumo de oxígeno, el aumento del retorno venoso, el incremento de la contractibilidad del miocardio y la disminución de las resistencias periféricas.
La patología cardiaca en cualquiera de sus cuatro formas básicas (coronaria, valvular, miocárdica o congénita) es capaz de alterar el intercambio de oxígeno (O2) y dióxido de carbono (CO2) durante la actividad física.
El tratamiento de las diversas afecciones cardiacas ha variado sustancialmente en los últimos años, pasando de la imposición de reposo absoluto y prolongado en enfermedades como infarto de miocardio, a la prescripción de ejercicio físico precoz y de intensidad progresiva, aunque controlado médicamente.
En el caso de los niños, es preciso que se realice una valoración completa de la situación cardiovascular, con el fin de tener toda la información posible del estado del paciente.
Resulta difícil regular la participación de niños con cardiopatía congénita o adquirida en actividades deportivas, debido a las dificultades para cuantificar el esfuerzo miocárdico durante el ejercicio. Depende del tipo de actividad recreativa y del tipo de cardiopatía.
Reconocimientos médicos para detectar cardiopatías
Antes de realizar cualquier tipo de ejercicio físico, especialmente si se trata de entrenamientos para participar en deportes de competición, es aconsejable realizar un estudio de la historia personal y familiar del individuo, así como una exploración física que tenga como objetivo detectar las posibles lesiones cardiovasculares que podrían provocar la muerte súbita o la progresión de la enfermedad.
Este reconocimiento médico es imprescindible en aquellas personas que practiquen una actividad física y deportiva (escolares, tercera edad, discapacitados) y en los participantes de otras actividades físico-deportivas no incluidas en deporte federado y deporte de competición nacional e internacional.
El reconocimiento cardiológico básico consiste en la valoración de los antecedentes patológicos personales y familiares y la actividad deportiva realizada, una exploración física, un electrocardiograma de reposo de 12 derivaciones y pruebas de esfuerzo. Este reconocimiento, que se realiza antes de iniciar un programa de actividad física, debe tener como meta la consecución de los siguientes objetivos:
- Descubrir cualquier enfermedad, lesión o patología cardiaca, especialmente las que puedan constituir un riesgo vital para el deportista.
- Determinar qué situaciones patológicas pueden suponer una contraindicación médica absoluta, temporal o definitiva, para la práctica de actividad física.
- Evitar que los individuos que puedan correr riesgo participen en ciertos deportes peligrosos.
- Averiguar la tolerancia del individuo al esfuerzo que va a realizar y su grado de adaptación al mismo.
- Establecer una relación entre el médico y el paciente que permita aconsejar al paciente sobre temas de salud.
- Cumplir con los requisitos legales y de seguridad para los programas deportivos organizados.
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Si se sospecha que existe una patología cardiaca subyacente se pueden realizar exploraciones complementarias para confirmar el diagnóstico. En el deporte de competición (tanto a nivel nacional como internacional) se debe realizar una prueba de esfuerzo con registro de ECG y un ecocardiograma Doppler.
Reconocimiento cardiológico previo a la actividad física
Cuando las personas afectadas por patologías cardiovasculares practican deportes de competición se puede incrementar su riesgo de muerte súbita, así como las posibilidades de que su enfermedad progrese. Es muy importante, por tanto, evaluar adecuadamente y de forma individualizada a cada paciente, y establecer una buena relación entre el médico y el enfermo, para que el paciente tenga confianza en los consejos que le puede proporcionar el facultativo.
La evaluación debe basarse en las características propias del enfermo y de la anomalía que padece, en el tipo de deporte practicado, su grado de intensidad, el nivel de competición y la implicación del deportista.
En general, cuando existe una patología cardiaca conocida se debe realizar una detallada historia clínica, una valoración de los síntomas y una exploración física que incluya un ECG de reposo de 12 derivaciones. Es muy recomendable incluir en el protocolo de reconocimiento cardiológico una prueba de esfuerzo.
La ecocardiografía Doppler es de obligada realización en todas las enfermedades cardíacas congénitas.
Como pruebas destacan: la monitorización electrocardiográfica ambulatoria, el estudio isotópico con radionúclidos, la angiografía ventricular/cateterismo, la coronariografía, el estudio electrofisiológico, y otras menos comunes como la biopsia endomiocárdica.
Cuando los pacientes son niños, es preciso realizar una valoración completa de su situación cardiovascular, con el fin de tener toda la información posible del estado del niño, y que incluye:
- Historia clínica (antecedentes familiares de muerte súbita a edades tempranas o cardiopatía). Se deben buscar síntomas que hagan sospechar enfermedad cardiológico, como disnea, dolor torácico, síncope o casi síncope.
- Examen físico completo, que debe incluir una buena auscultación cardiaca, toma de tensión arterial y palpación de pulsos femorales (bajo el pliegue inguinal, es decir, en la ingle).
- Electrocardiograma.
Es importante tratar cada caso de manera individual y valorar, en cada paciente, la posibilidad de limitar su actividad física a la práctica de actividades recreativas o, por el contrario, extenderla al entrenamiento y la competición, pero estableciendo un protocolo de seguimiento que garantice la seguridad del paciente.
Para establecer las diferentes recomendaciones es útil clasificar a los deportistas según:
- Su carga (baja, media o alta) estática o dinámica.
- Las actividades recreativas y de competición que practican, dividiéndolas en dos grupos: poco intensas e intensas.
- Diferenciar las cardiopatías que padecen: benignas, leves, moderadas y severas a graves.
¿Pueden los niños con cardiopatías hacer ejercicio?
En general, en el niño con cardiopatía benigna no es necesaria la restricción de la actividad física ni el deporte de competición, siempre atendiendo a cada historia clínica y bajo la decisión del médico especialista.
En los niños con cardiopatías leves están permitidas las actividades recreativas y pueden realizar deportes de competición, poco o moderadamente intensos, teniendo en cuenta que hay que dejarles descansar si presentan signos de cansancio. La competición intensa solo se permitirá si, tras realizar un médico la prueba de esfuerzo a intensidad máxima, no se demuestra que exista peligro para el corazón.
Los niños con cardiopatías moderadas pueden correr riesgos si realizan ejercicios intensos, por lo que solo se deben permitir las actividades recreativas poco o moderadamente intensas si se demuestra, tras una prueba de esfuerzo, que no existen riesgos para su salud. Por lo tanto, se recomiendan deportes con una baja carga estática, y baja o media carga dinámica. El deporte de competición intenso y la actividad recreativa intensa están prohibidos.
En los pacientes con cardiopatía grave debe prohibirse la actividad recreativa intensa. Pueden practicar actividades recreativas de baja intensidad, y las actividades recreativas moderadamente intensas solo se permitirán si la prueba de esfuerzo (que se debe realizar con la regularidad fijada por el médico especialista), no muestra peligro. No deben practicar deportes de competición.
Los resultados de las exploraciones físicas y pruebas practicadas al deportista se deben recoger en un informe médico, que incluya el diagnóstico y las recomendaciones que se deriven de las observaciones efectuadas. Este informe se entregará al deportista, si es adulto, o a sus progenitores o tutor, en el caso de que se trate de un menor de edad.
Ejercicios para enfermedades coronarias, valvulares y miocardiacas
es importante realizar ejercicio físico cuando se padece una cardiopatía porque puede ayudar a mejorar la salud cardiovascular y reducir el riesgo de futuros eventos cardíacos, incluidos ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Y es que, practicar actividad física con cierta regularidad puede ayudar a fortalecer el corazón y mejorar la capacidad del cuerpo para utilizar el oxígeno, todo ello debido a que el ejercicio nos ayuda a controlar la presión arterial y regular los niveles de colesterol, mantener a raya la diabetes 2, y reducir el estrés y la ansiedad.
En cualquier caso, recuerda que es importante que las personas con cardiopatía consulten a su médico antes de comenzar cualquier programa de ejercicio físico, ya que puede ayudar a recomendar un programa de ejercicios seguro y efectivo que sea adecuado para tu condición y nivel de aptitud física.
Enfermedad coronaria aguda y crónica: por qué hacer ejercicio y cuáles
El sedentarismo es un factor que incrementa el riesgo de padecer una enfermedad coronaria (EC), aunque eso no significa que el ejercicio evite la aparición de la misma. Sin embargo, existen estudios que avalan que el ejercicio es capaz de mejorar la función cardiorrespiratoria en diversas situaciones, tanto en individuos sanos, como en pacientes coronarios. También se ha comprobado que existe una relación inversa entre la actividad física, la capacidad cardiovascular y la enfermedad coronaria, y que el riesgo de padecer una patología cardiovascular es 1,9 veces más alto en las personas sedentarias en comparación con aquellas físicamente activas.
Los programas de rehabilitación o de ejercicio programado (siempre bajo control médico) mejoran la capacidad física de los enfermos, contribuyen a su buen estado psicológico, aumentan el umbral de presentación de angina y de arritmias, y colaboran para que su vida social, laboral y sexual se desarrollen con normalidad, reduciendo la mortalidad global de estos pacientes.
Ejercicios recomendados para la enfermedad coronaria
Los ejercicios se pueden clasificar en isométricos (estáticos) o isotónicos (dinámicos), y cada tipo de ejercicio tiene un efecto distinto sobre el organismo. El ejercicio isométrico favorece el desarrollo muscular y provoca una elevación significativa de la presión arterial. En un paciente cardiópata esto puede ser mal tolerado, por lo que la práctica de este deporte debe estar restringido y realizarse bajo control.Para estos pacientes son aconsejables los ejercicios dinámicos, que se basen en una repetición frecuente de movimientos de baja resistencia en los que intervienen grandes masas musculares, como caminar, correr, nadar, remar o montar en bicicleta.
La presión arterial sistólica aumenta ligeramente, pero las presiones arteriales diastólica y media no varían significativamente con este tipo de ejercicios, y se produce un aumento de la tolerancia cardiovascular, que permite mejorar la capacidad de los pacientes para realizar sus actividades diarias.
El ejercicio dinámico aumenta la capacidad funcional y disminuye el consumo de oxígeno a cualquier nivel de ejercicio submáximo, lo que implica un menor trabajo cardíaco y origina una elevación del umbral de angina tras un período de entrenamiento.
Beneficios del ejercicio para la enfermedad coronaria
El ejercicio intenso modifica el perfil lipídico, lo que supone una mejora del riesgo cardiovascular. Por lo tanto, el cambio de estilo de vida, con un aumento de la actividad física, supone adoptar una medida que reduce el colesterol total (y particularmente el colesterol LDL) y los triglicéridos y aumenta el colesterol HDL.
El ejercicio también reduce las concentraciones de glucosa y la unión de la insulina a receptores celulares, y por ello los diabéticos que realizan ejercicio intenso tienen menores necesidades de insulina.
Actualmente se considera beneficioso que los pacientes con infarto agudo de miocardio no complicado inicien una actividad física controlada cuanto antes que, incluso, podría comenzar en la unidad coronaria.
Posteriormente, al abandonar la unidad coronaria o el hospital, el paciente debe aumentar gradualmente el nivel de actividad física, realizando pequeñas labores en casa y ejercicios ligeros en los que participen grupos musculares de brazos, piernas y tronco. El ejercicio físico más adecuado es caminar, aumentando las distancias progresivamente. Cuando el paciente ya es capaz de dar cortos paseos, se puede pensar en realizar una prueba de esfuerzo submáxima, que permita valorar su situación clínica y evaluar su riesgo.
Tras esta valoración, y una vez determinado el posible tratamiento que precise, el paciente que ha sufrido un infarto de miocardio puede comenzar a aumentar, de forma paulatina y controlada, la actividad física que le depare los beneficios comentados.
Ejercicios recomendados para las enfermedades valvulares cardiacas
La patología valvular tiene una gran prevalencia pero, a pesar de ser tan común y de que en la mayor parte de los casos los síntomas tienen como factor desencadenante y limitante el esfuerzo, existen pocos trabajos en los que se estudie la respuesta y limitación de estos pacientes al ejercicio.
Las pautas de actuación o recomendaciones sobre el ejercicio que se relacionan a continuación se dirigen fundamentalmente a las lesiones que tienen un grado de gravedad moderado o grave, puesto que las ligeras, asintomáticas, y sin repercusión hemodinámica, probablemente no precisen restricciones para la práctica de aquellas actividades físicas que no sean de competición.
Entre este grupo de patología una de las más habituales es la estenosis mitral, que es un trastorno de la válvula del corazón que se caracteriza por un estrechamiento o bloqueo de la abertura de la válvula mitral, que separa las cámaras inferiores y superiores del lado izquierdo del corazón. Esto impide que la válvula se abra apropiadamente. Los pacientes ven por tanto limitada su capacidad de realizar actividad física por la presentación de disnea.
Aun así se les podría recomendar la práctica de actividad física, de tipo dinámico, como caminar, marcha, jogging, ciclismo de mantenimiento, natación, esquí, golf… siempre por debajo del umbral de disnea, evitando los esfuerzos violentos, y bajo control médico, ya que hay que valorar siempre las circunstancias propias de cada paciente.
Otras patologías frecuentes de este tipo son:
- Estenosis aórtica.
- Estenosis tricúspide.
- Insuficiencias valvulares.
- Insuficiencia mitral crónica.
- Insuficiencia tricúspide.
- Insuficiencia aórtica crónica.
- Enfermedad multivalvular.
- Valvulopatías operadas.
- Pacientes con valvuloplastía.
- Prolapso mitral.
Ejercicios aconsejados para las enfermedades miocárdicas e inflamatorias
En función del tipo de enfermedad miocárdica e inflamatoria que padezcas, estas son las recomendaciones a tener en cuenta si quieres practicar ejercicio físico:
Miocardiopatía dilatada
La miocardiopatía dilatada es una enfermedad del corazón en la que el músculo cardíaco se debilita y se agranda, lo que puede dificultar el bombeo de sangre al resto del cuerpo. Es la afectación del músculo cardíaco más frecuente y su origen es diverso. El síntoma principal es la dilatación del ventrículo izquierdo, con adelgazamiento de las paredes y la consiguiente disminución de la capacidad contráctil, que condiciona un mal vaciado ventricular. Clínicamente se presenta como disnea, inicialmente de esfuerzo y luego de reposo, así como fatiga muscular.
Es importante tener en cuenta que el ejercicio físico puede ser beneficioso para la salud cardiovascular en general, pero en el caso de pacientes con miocardiopatía dilatada, es necesario tener precaución y seguir las recomendaciones del médico.
En general, se recomienda que los pacientes con miocardiopatía dilatada realicen ejercicios aeróbicos de baja intensidad, como caminar a paso moderado, montar en bicicleta estática o nadar. Estos ejercicios pueden ayudar a mejorar la circulación sanguínea, fortalecer el corazón y mejorar la función pulmonar. También se recomienda evitar los ejercicios de alta intensidad, ya que pueden aumentar la carga sobre el corazón y empeorar los síntomas.
Es importante que los pacientes con miocardiopatía dilatada realicen ejercicios de manera gradual y supervisada por un médico o un fisioterapeuta. También es fundamental estar atento a los síntomas como dolor en el pecho, dificultad para respirar, mareos o fatiga excesiva durante el ejercicio, ya que estos pueden indicar que se está haciendo demasiado esfuerzo y que es necesario detenerse o reducir la intensidad del ejercicio.
Miocardiopatía hipertrófica
Se trata de una enfermedad primaria del músculo cardíaco que provoca un incremento del espesor de las paredes, fundamentalmente del ventrículo izquierdo, sin dilatación de la cavidad. La importancia de esta enfermedad radica en que es la mayor causa de muerte súbita en personas jóvenes, incluidos deportistas, sin antecedentes de ningún tipo de síntomas.
El ejercicio es una parte importante del tratamiento de la miocardiopatía hipertrófica, pero debe ser cuidadosamente supervisado por un médico especialista en enfermedades cardíacas. En general, se recomienda un programa de ejercicio aeróbico de intensidad moderada para mejorar la salud cardiovascular en pacientes con miocardiopatía hipertrófica. Este programa puede incluir caminar, andar en bicicleta o nadar. Es importante que el paciente evite los deportes de alta intensidad, como el levantamiento de pesas o el entrenamiento de resistencia, ya que pueden aumentar la carga del corazón y empeorar la enfermedad.
Además, se recomienda realizar una evaluación completa antes de comenzar cualquier programa de ejercicio. Esto puede incluir una prueba de esfuerzo y una ecocardiografía para determinar la capacidad del paciente para tolerar el ejercicio y para identificar cualquier complicación que pueda estar presente.
Pericarditis
Es importante tener en cuenta que la pericarditis es una inflamación del saco que rodea el corazón (el pericardio), y que el ejercicio físico intenso puede empeorar los síntomas de esta afección Por tanto, durante una pericarditis aguda de cualquier etiología se recomienda reposo, sin practicar ningún tipo de deporte hasta que no se compruebe clínicamente o mediante ecografía y ECG, la completa curación.
Una vez que los síntomas han disminuido, se puede considerar la realización de ejercicios de baja intensidad, como caminar a paso moderado, montar en bicicleta suavemente o hacer estiramientos suaves. Es importante seguir las recomendaciones del médico para determinar cuándo es seguro comenzar a hacer ejercicio y cuál es el nivel de actividad adecuado.
En cualquier caso, es importante escuchar al cuerpo y evitar el ejercicio intenso o que cause dolor o molestias en el pecho. Siempre se debe consultar al médico antes de comenzar cualquier programa de ejercicios, especialmente si se ha sufrido una afección cardíaca o se tiene alguna preocupación en torno al corazón.