La niebla mental tras el COVID-19 se debería al estrés postraumático

La niebla mental tras el COVID-19 se debería al estrés postraumático

9 noviembre, 2020 0 Por dropharma_admin

Algunos pacientes recuperados de COVID-19 aseguran tener niebla mental y síntomas neurológicos, como ansiedad, fatiga o problemas de sueño. Un estudio asocia estos problemas al estrés postraumático causado por la enfermedad.

Son bastantes los pacientes que tras recuperarse del COVID-19 se han quejado de experimentar una niebla mental persistente u otros síntomas neurológicos, como fatiga, dolores de cabezaansiedad, dificultad para concentrarse o trastornos del sueño. Un reciente estudio realizado por miembros de UCLA Health ha encontrado que este tipo de eventos posteriores a la infección por coronavirus podrían deberse al estrés postraumático generado por la enfermedad.

Al parecer, según los investigadores, este efecto en pacientes recuperados de COVID-19 también se ha observado en el caso de otros coronavirus, como en el síndrome agudo respiratorio severo (SARS) y en el síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio (MERS-CoV). En este artículo, publicado en The Clinical Neuropsychologist, han aclarado que no son daños permanentes en el cerebro, como muchos pacientes llegan a pensar, sino que pueden ser fruto del desarrollo del síndrome de estrés postraumático.

Según explican, los síntomas de este estrés postraumático provocado por el COVID-19 pueden desarrollarse como una respuesta a las medidas invasivas del tratamiento de la enfermedad –como intubación y ventilación–, que pueden suponer un trauma para algunos pacientes. Además, el delirio también puede hacer que los pacientes sufran alucinaciones y el recuerdo de esta sensación puede continuar incluso después de la recuperación.

Los sanitarios también pueden verse afectados de manera similar

No obstante, los pacientes no son los únicos afectados, pues los profesionales sanitarios también pueden sufrir de manera similar debido al miedo y al estrés constante al que se enfrentan en el trabajo. También puede ser consecuencia de la ansiedad que genera vivir una pandemia, estar aislados de amigos o familiares, o por la lucha constante contra el miedo a una amenaza invisible, el SARS-CoV-2. Todo ello podría afectar a la memoria y al pensamiento.

Andrew Levine, uno de los autores de la investigación, ha recalcado la importancia de evaluar las dificultades cognitivas y emocionales de los pacientes que han pasado el COVID-19, para poder detectar a aquellos que van a desarrollar estrés postraumático y tratarlocuanto antes, además de brindar una visión más clara de cualquier problema cerebral subyacente.

Ansiedad, depresión o insomnio, secuelas psicológicas pos-COVID-19

Un estudio realizado en Italia encuentra alteraciones psiquiátricas en el 56% de los pacientes analizados que se habían recuperado del COVID-19, especialmente ansiedad, insomnio, depresión y trastorno de estrés postraumático.

lgunos pacientes que han superado el COVID-19 se enfrentan ahora a problemas psicológicos de diferentes clases y gravedad: desde trastorno por estrés postraumático o de ansiedad, a depresión o insomnio, según revela un estudio del Hospital San Rafael de Milán que se ha publicado en la revista Brain, Behavior and Immunity, y que ha analizado por primera vez el impacto psicológico de la infección por coronavirus.

La investigación, coordinada por el profesor Francesco Benedetti, psiquiatra y jefe de equipo de la Unidad de investigación en psiquiatría y psicobiología clínica, ha incluido a 402 pacientes del ámbito ambulatorio del seguimiento pos-COVID-19 activado en mayo por dicho hospital; un procedimiento de control de alrededor de seis meses para los pacientes recuperados de la enfermedad que serán examinados por especialistas en medicina interna y patologías infecciosas, neurólogos, psiquiatras, nefrólogos y cardiólogos.

COVID-19 y trastornos psiquiátricos: factores de riesgo

Según afirma Benedetti la inflamación causada por el SARS-CoV-2 podría tener repercusiones también a nivel psiquiátrico, ya que los estados inflamatorios que derivan de infecciones virales pueden constituir factores de riesgo para diversas patologías, especialmente la depresión.

Los investigadores emplearon los historiales clínicos y cuestionarios de autoevaluación para examinar los síntomas psiquiátricos de los pacientes (265 hombres y 137 mujeres) un mes después de haber superado la infección. De estos, alrededor de 300 se habían recuperado en el hospital San Rafael, y 100 habían sido seguidos en su propio domicilio. Los médicos encontraron que el 28% de ellos sufrían trastorno de estrés postraumático, el 31% depresión, el 42% ansiedad, el 40% insomnio, y el 20% síntomas de tipo obsesivo-compulsivo.

El 56% de las personas evaluadas manifestaron al menos uno de estos trastornos, que estaban relacionados con la gravedad de la inflamación que habían sufrido durante la enfermedad. Las mujeres eran las que más sufrían de ansiedad y depresión, a pesar de que su infección había sido menos grave en comparación con los hombres. La situación también era peor en los pacientes con antecedentes psiquiátricos.

Los autores del trabajo llegaron a la conclusión de que existen varios factores de riesgo que influyeron en mayor o menor medida para que las personas que se habían recuperado del COVID-19 presentasen secuelas de tipo psiquiátrico. Benedetti señala, por ejemplo, que se confirmó que las mujeres tienen una mayor predisposición a desarrollar trastornos ansioso depresivos, lo que podría deberse a que su sistema inmune funciona de forma diferente respecto a sus componentes innatos y adaptativos.

El experto indica, además, que las repercusiones psiquiátricas también resultaron menos graves en los pacientes que se habían recuperado en el hospital en comparación con los pacientes ambulatorios, lo que revela el papel del apoyo sanitario a la hora de reducir el aislamiento social y la soledad que han caracterizado a esta pandemia, y que las consecuencias mentales de la enfermedad pueden deberse tanto a la propia respuesta inmune frente al virus, como a factores de estrés como el aislamiento social, la preocupación por contagiar a otros y el estigma que supone estar infectado.