Domadores de bacterias

Domadores de bacterias

16 agosto, 2019 0 Por Galina Oyarzun

Un trasplante de bacterias podría convertirse en alternativa a tratamientos convencionales como los antibióticos gracias al trabajo de los ecólogos microbianos

En unos miles de años, los humanos han logrado colonizar la Tierra, pisar la Luna e incluso provocar un cambio climático a escala planetaria. No está mal para un primate, pero quien crea que estos logros nos hacen dueños del mundo necesita un microscopio. La humanidad ha llegado lejos, pero los microorganismos son capaces de colonizar desde abismos marinos con presiones insoportables hasta lagunas de ácido corrosivo. Y aunque su tamaño es minúsculo, su poder es inmenso.

Pese al nefasto impacto de muchas actividades humanas sobre la biodiversidad, incluso en capacidad de destrucción aún somos principiantes comparados con algunos microbios. Hace 252 millones de años, un microorganismo llamado Methanosarcina estuvo a punto de acabar con la vida en la Tierra. Desde su hogar en el océano, estas arqueobacterias comenzaron a reproducirse a una velocidad vertiginosa inyectando en la atmósfera una cantidad ingente de metano. El gas produjo un intenso calentamiento global y elevó los niveles de  acidez del océano hasta un punto insoportable para la mayor parte de los seres vivos. El 90% de las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres se extinguieron. Los microorganismos, por suerte, casi nunca son dañinos. De hecho, muchos de ellos son necesarios para la vida humana. Nueve de cada diez células de nuestro organismo pertenecen a las bacterias que nos colonizan y son esenciales para la vida. En los últimos años, el conocimiento de este ecosistema microscópico ha revelado que estudiarlo y aprender a gestionarlo puede tener grandes aplicaciones en campos como la salud.

Hasta hace poco, en medicina, solo se daba importancia a los microorganismos que provocaban enfermedades», explica Jordi Urmeneta, investigador en ecología microbiana de la Universidad de Barcelona. «Pero ahora sabemos que muchas bacterias intervienen en la digestión de alimentos, en producción de proteínas o en la modulación de sistema inmune, y hemos visto que para muchas enfermedades, en lugar de buscar el origen en la persona en sí, se ha de buscar en los microorganismos que lo habitan», añade.

Un ejemplo de lo que supone este nuevo enfoque para tratar la salud lo ofrece Bernat Ollé, director de operaciones de Vedanta Biosciences, una empresa en la que trabajan para desarrollar tecnologías con las que modular el ecosistema microbiano. «Ahora, cuando vas a un hospital, te suelen dar antibiótico por sistema. Este antibiótico se carga tu flora intestinal, y cuando los microorganismos que forman el ecosistema natural de tu intestino desaparecen o pierden diversidad facilitan la entrada de bacterias como Clostridium difficile«, apunta Ollé. Después, la C. difficile, que causa diarreas graves, secreta una toxina que provoca la inflamación del intestino y sigue dañando a las bacterias beneficiosas que viven en ese ecosistema. «Cuando creas este problema con el antibiótico, lo que sueles hacer es intentar resolverlo atacando a esa bacteria con otro antibiótico. A veces, consigues eliminarla, pero vuelves a dejar al organismo vulnerable en un entorno donde estas bacterias están cerca. Si hay una nueva infección, el antibiótico será menos eficaz y después de varias recaidas algunos infectados acaban muriendo», cuenta Ollé. El tratamiento que se propone desde la ecología microbiana consiste en ayudar a las bacterias benéficas del intestino en su guerra contra la C. difficile en lugar de bombardear con antibióticos y aniquilar a amigos y enemigos. Para hacerlo, es necesario introducir heces con las bacterias buenas a través del ano para restablecer el equilibrio. «Tras un incendio, los pinos pueden crecer más rápidos que las encinas o los robles autóctonos y acaban con la diversidad. Lo que hacemos con las bacterias es como una reforestación con especies autóctonas», ejemplifica.