Hay una almohada para cada persona: claves para elegirla
11 marzo, 2020¿Duermes bien o te cuesta conciliar el sueño? ¿ Has pensado que el problema puede estar en tu almohada? La calidad de un buen descanso depende de varios factores, y uno de sus secretos se esconde bajo el almohadón. Cuando aciertes la que mejor se adapta a tus necesidades, seguramente lograrás dormir de un tirón.
Están quienes a la hora de acostarse optan por almohadas altas, finas, duras o suaves; otros aman dormir solo con una y abrazados a ella, y otros, con varias o en plano, prescindiendo de sus servicios. Pero más allá de estos aspectos, hay otros factores a tener en cuenta a la hora de elegir la que más te conviene, y algunos no son tan evidentes. Por ejemplo, la postura de descanso, la constitución de cada persona o la dureza del colchón.
Además, la buena elección de la almohada no solo es importante para lograr un mejor descanso, sino también para evitar lesiones a nivel cervical y hombros, en su mayoría generadas por la mala postura de la cabeza, la columna y los hombros sobre la almohada, advierten desde el Consejo General de Colegios de Fisioterapeutas de España (CGCFE).
Cuando manda la postura
La pose en la que dormimos debería ser una de las primeras pautas a considerar a la hora de elegir la almohada más apropiada. Desde el CGCFE brindaron algunos consejos:
Boca arriba: Se recomienda una almohada de una altura de 10 a 13 centímetros. La función del cojín será evitar que la cabeza se caiga hacia atrás, sin que suponga generar mucha presión sobre la musculatura de la parte posterior del cuello. Lo ideal es un reposa cabezas de dureza media, con una longitud que deberá superar la del ancho de los hombros.
De lado: Se aconseja una almohada más alta, de 15 centímetros. Cuanto más ancho se sea de hombros, mayor grosor debe tener el cojín. Agradecerás que la almohada tenga cierta dureza para que la cabeza permanezca alineada con el hombro. En caso de no ser lo suficientemente consistente, se produciría una caída de la cabeza hacia el hombro y este soportaría todo el peso.
Boca abajo: En este caso es mejor optar por una altura de entre 8 y 10 centímetros. La almohada debe ser de escaso grosor y poca consistencia. Una demasiado alta obligaría a una excesiva rotación de la cabeza. Estas almohadas son las que también se recomiendan en niños, aunque en algún caso incluso se considera mejor dormir sin ella.
¿Me la puedo probar?
La elección de esta compañera de sueños también tiene que ver con el tipo de colchón que tenemos. Por ello, hay que medirla en un colchón de firmeza semejante al nuestro y en la postura en la que solemos dormir, comprobando que la cabeza, el cuello y la columna están bien alineados.
Una sugerencia es probarla en el comercio, adoptando la postura en la que duermes habitualmente. No vale apretarla con las manos para comprobar su dureza, advierten los especialistas, ya que la fuerza con la que realizamos esa acción es muy superior al peso de nuestra cabeza en reposo.
Para elegir los centímetros apropiados que necesitás en tu almohada también podrías ubicarte de pie ante una pared como si esta fuera tu colchón, explican desde el Consejo de Fisioterapeutas. La distancia entre tu cara y la pared representa la altura que debes escoger. Una vez realizado este cálculo, añade unos centímetros más si hace falta en función de la consistencia del cojín.
La almohada no se comparte
Nuestra morfología, estructura ósea y postura para dormir tejen una fórmula única. Por lo tanto, el accesorio que es ideal para tu pareja no tiene por qué serlo para ti. La almohada es personal e intransferible. Debe de ser de uso exclusivo, no solo por la postura en que dormimos, sino también, por una cuestión de higiene. Además, otro tip es usar siempre almohadas de medida individual, nunca enteras en cama de matrimonio.
Los especialistas aconsejan también tener en cuenta nuestra temperatura de confort, si sudamos mucho o si tenemos alergia a los ácaros. En el mercado se pueden encontrar diferentes alternativas y materiales como la fibra, el látex y las espumas (técnicas o viscoelásticas).
Un diseño para cada necesidad
A la hora de elegir la almohada que mejor se adapta a uno los especialistas explican que hay que considerar dos grandes tipos: la tradicional y la ergonómica. Las primeras, en diferentes alturas y durezas, sirven para cualquier postura.
La ergonómica es una almohada de dos alturas, con forma plana en la parte inferior y ondulada en la superior. Es indicada para dolencias cervicales, pero hay que tener en cuenta que las ondulaciones son para recoger el cuello y mantener su curvatura, y por lo tanto son efectivas durmiendo boca arriba y apoyando la cabeza en esa posición. Dejan de tener efecto durmiendo de lado, y no son aptas para dormir boca abajo.
Pluma y plumón: Las almohadas con ese relleno son blandas y se deforman, pero vuelven rápidamente al punto de partida. No sujetan bien el cuello, están más bien pensadas para los que duermen boca abajo, pero no es indicado para personas muy robustas, ni tampoco para quienes se mueven mucho mientras duermen. Tampoco es apto para persona alérgicas, ni para niños pequeños.
Látex: El relleno puede ser sintético, de origen natural, o una mezcla de ambos. Este tipo de almohada ofrece una buena sujeción de la cabeza, lo que la hace muy adecuada para quien duerme de lado o para personas corpulentas. El látex admite bien los movimientos, y es también idóneo para quienes tienen alergia a los ácaros.
Fibra sintética: Normalmente este tipo de rellenos son de fibra de poliéster y son transpirables. Son almohadas blandas, muy adecuadas para personas muy delgadas, para niños y quienes no presentan problemas de alergia.
Espuma: Suelen ser cojines de poliuretano. Muchas de estas almohadas tienen “efecto memoria (memory foam)”, es decir, durante unos segundos mantiene la forma de cabeza y cuello aunque cambie de postura, lo que hace que no sea muy adecuado para quien se mueve mucho. Y va perfectamente para los que duermen de lado.
Señales que piden un cambio
El material del que está fabricada la almohada va a ser determinante en su durabilidad. Por cuestiones de higiene, por ejemplo, las de fibra o pluma pueden durar cinco años, ya que por lo general suelen perder dureza y altura. Mientras que con las de materiales espumosos podemos superar los diez años de uso.
Por otro lado se debe tener en cuenta que, si se cambia de colchón, idealmente también se debería cambiar de almohada. Y si hay un cambio de rutinas, de posición al dormir, actuar en consecuencia. Muy importante: si notas alguna molestia en el tercio superior de la espalda, esa es la mejor señal de que debes cambiar de almohada.
Una vez elegido el cabezal adecuado, lo que sigue es cuidarlo para que dure o se mantenga como nuevo. Para ello es muy aconsejable la protección de tu almohada con fundas impermeables y transpirables; estas son la únicas que van a mantener el producto impecable durante toda su vida útil. Evitarás las manchas amarillentas de sudor, los malos olores y la anidación de los ácaros.
Otro cuidado importante es airearla regularmente: abre las ventanas antes de hacer la cama y ventílala bien, al aire, una vez a la semana. También conviene que le des la vuelta a menudo; así evitarás que se deforme. Y en lo posible comprá una que sea lavable, aunque bastará con limpiarla una o dos veces al año.