Demasiada grasa y azúcar de niño puede alterar tu microbioma de adulto
3 marzo, 2021Una dieta rica en grasas y azúcares durante la infancia puede alterar la flora intestinal, y que este desequilibrio se mantenga al llegar a adulto aunque se empiece a comer de forma más saludable, según un estudio en ratones.
Una alimentación equilibrada en los niños no solo solo favorece su correcto desarrollo físico e intelectual, sino que puede influir en su salud tanto durante la infancia, como al llegar a la edad adulta, ya que un estudio en ratones ha observado una significativa disminución en la cantidad y diversidad de las bacterias presentes en el intestino –lo que se conoce como flora o microbiota intestinal– de ratones maduros que se alimentaron con una dieta rica en grasas y azúcares cuando eran jóvenes.
La investigación ha sido realizada por científicos de la Universidad de California, Riverside (UCR) y se ha publicado en Journal of Experimental Biology. Theodore Garland, fisiólogo evolutivo y uno de los autores del trabajo, ha explicado que aunque han hecho el estudio en ratones, el efecto que observaron “es equivalente a que los niños sigan una dieta occidental, alta en grasas y azúcar, y su microbiota intestinal todavía se vea afectada hasta seis años después de la pubertad”.La microbiota incluye tanto las bacterias, como los hongos, parásitos y virus, que habitan en el interior de los seres humanos y los animales, la mayoría de los cuales están en el intestino y son beneficiosos, ya que se encargan de descomponer los alimentos y contribuir a la síntesis de las vitaminas, y además estimulan el sistema inmune. Si el equilibrio de este ecosistema de microorganismos se altera, por causas como una enfermedad, el consumo de ciertos medicamentos, como los antibióticos, o una alimentación poco saludable, pueden aparecer problemas de salud.Los investigadores dividieron a los ratones en cuatro grupos: la mitad recibió una dieta estándar y saludable, la mitad una dieta occidental que era menos saludable, la mitad tenía acceso a una rueda para realizar ejercicio y la mitad no lo tenía. Los animales permanecieron tres semanas con estas dietas y condiciones y después todos ellos volvieron a ser alimentados con una dieta estándar y sin la posibilidad de hacer ejercicio, que es su estado habitual en el laboratorio. A las 14 semanas, se analizó la diversidad y abundancia de sus bacterias intestinales.Comprobaron entonces que en el grupo de dieta occiental había disminuido significativamente la cantidad de bacterias como Muribaculum intestinale, un microorganismo que interviene en el metabolismo de los carbohidratos. También descubrieron que las bacterias intestinales son sensibles al ejercicio, ya que la cantidad de Muribaculum aumentó en los roedores que tomaron una dieta estándar y disponían de una rueda para correr y se redujeron en los aniales que se alimentaron con una dieta rica en grasas, hicieran ejercicio, o no.Otro hallazgo relevante de un estudio realizado por otros investigadores fue que la cantidad de un tipo de bacteria muy similar aumentó notablemente tras cinco semanas de entrenamiento en cinta rodante, lo que sugiere que solo con el ejercicio es posible incrementar su presencia.
Los expertos de la UCR observaron que, en general, seguir una dieta occidental en la primera etapta de la vida tenía un impacto más duradero sobre la microbiota que la práctica de ejercicio en este mismo periodo. Ahora quieren repetir el expermiento tomando muestras en otros periodos de tiempo para averiguar cuándo se producen por primera vez los cambios en la flora intestinal de los ratones, y si se mantienen a lo largo de toda la vida.
En cualquier caso, estos expertos afirman que el hecho de que los cambios se hayan observado tanto tiempo después de cambiar la dieta de los animales y de haber vuelto a modificarla es un dato muy significativo, independientemente de cuándo aparezcan dichos efectos y, por ello, Garland cocluye: «¡No solo eres lo que comes, sino lo que comiste de niño!».