Cómo afecta el estrés a cada sistema del cuerpo
14 julio, 2021 0 Por dropharma_adminl estrés es una respuesta biológica normal frente a una situación potencialmente peligrosa, que prepara a nuestro organismo para luchar o huir; es decir, para enfrentarnos al riesgo, o evitarlo. Aunque también nos pueden estresar acontecimientos agradables, deseados, y hasta cuidadosamente planificados, como una boda o un viaje de vacaciones, pero que conllevan factores que no podemos prever o controlar de antemano.
Experimentar estrés es algo inevitable e intrínseco al ser humano, que le ha ayudado a sobrevivir a lo largo de su historia. La Dra. Beatriz Rodríguez Vega, psiquiatra en el Hospital Universitario La Paz, de Madrid, explica que ante una situación estresante, el hipotálamo del cerebro envía señales que provocan la liberación de hormonas –adrenalina, noradrenalina y cortisol– que inducen cambios en la respiración y la frecuencia cardíaca, entre otros. También aumentan la tensión muscular y la producción de glucosa.Esta experta afirma que el estrés moviliza energía, y en principio es una respuesta del organismo buena y necesaria, pero que “cada vez vivimos más en las construcciones mentales en las que anticipamos el futuro –especialmente los aspectos negativos–, añoramos el pasado, y perdemos la conexión con lo que está pasando en el presente que propone el mindfulness, y la anticipación de problemas desencadena internamente la respuesta general de alarma, aunque no haya un peligro real”.
Por ello, a diferencia del estrés agudo, el estrés crónico –independientemente de los factores que lo hayan motivado–, tiene consecuencias negativas para la salud física y psicológica, y provoca numerosos efectos y síntomas en nuestro cuerpo. Detectarlos cuanto antes y aprender a prevenir el estrés y a hacerle frente sin caer en el catastrofismo puede evitar enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes, entre otras.
A continuación te detallamos cómo afecta el estrés a cada sistema del organismo:
Sistema nervioso central y sistema endocrinoEl sistema nervioso central (SNC) desempeña un papel decisivo en la respuesta luchar o huir que se genera ante un hecho estresante, y el hipotálamo (el eje hipotalámico-pituitario-adrenal) –que conecta el cerebro y el sistema endocrino– indica a las glándulas adrenales que produzcan las hormonas adrenalina (epinefrina) y cortisol, que incrementan las frecuencias respiratoria y cardíaca para que la sangre alcance rápidamente las zonas del cuerpo que más lo necesitan en una situación de emergencia, como los músculos o el corazón, provocan la dilatación de las venas en las extremidades, y alteran el proceso digestivo para elevar los niveles de azúcar en sangre, todo ello para ayudar al cuerpo a enfrentarse al peligro, o facilitar la huida.
El cortisol, popularmente conocido como la hormona del estrés se produce de forma natural a lo largo del día para proveer energía al organismo, por lo que habitualmente su concentración aumenta cuando nos despertamos y se reduce progresivamente a partir de ahí. Durante un episodio de estrés el incremento de cortisol puede proporcionar la energía necesaria para afrontarlo.
Si el individuo padece estrés crónico porque las experiencias estresoras se prolongan en el tiempo el SNC continúa activando esas reacciones físicas que desgastan el organismo y deterioran su salud.
Aparato respiratorioDurante la respuesta al estrés la respiración se acelera con el objetivo de distribuir sangre rica en oxígeno por todo el organismo, lo que supone un problema para los pacientes con asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), incluyendo enfisema pulmonar y bronquitis crónica, en los que se pueden intensificar las dificultades para respirar.
Sistema cardiovascular
El corazón de un individuo sometido a estrés late más rápido (puede experimentar taquicardia) y se contrae con más fuerza, y las hormonas del estrés provocan la constricción de los vasos sanguíneos y derivan mayor cantidad de oxígeno hacia los músculos para aumentar su resistencia, pero a consecuencia de ello también aumenta la presión sanguínea, por lo que el estrés crónico hace trabajar más al corazón durante más tiempo y esto aumenta el riesgo de sufrir hipertensión, un ictus, o un infarto de miocardio.
Sistema musculoesquelético
Cuando estamos estresados, nuestros músculos se tensan para protegernos de posibles lesiones. Aunque tienden a relajarse de nuevo cuando la amenaza ha pasado, si la seguimos percibiendo los músculos no tendrán la oportunidad de relajarse, y esta tensión muscular continua puede provocar dolor de cabeza y de cuello y espalda, entre otras molestias.
Aparato digestivo
El estrés puede provocar dolor de estómago, náuseas, e incluso vómitos, y aumentar o reducir el apetito. Y aunque no es el responsable de las úlceras gástricas –cuya causa es la bacteria Helicobacter pylori–, si puede aumentar las probabilidades de padecerlas, o intensificar sus síntomas.
El hígado libera una mayor cantidad de glucosa (azúcar) en la sangre para aumentar la energía necesaria para enfrentarse a las causas del estrés, pero la glucosa extra resulta difícil de manejar en el caso de que la situación se cronifique e incrementa el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
El intestino recibe el nombre de segundo cerebro porque sus cientos de millones de neuronas pueden funcionar casi de forma independiente y se encuentran en constante comunicación con el cerebro, y el estrés afecta a la comunicación intestino-cerebro y puede desencadenar dolor o distensión abdominal, entre otros trastornos. Según indica la Dra. Beatriz Rodríguez Vega, el estrés puede alterar la motilidad del intestino, acelerando su actividad y provocando diarrea o, por el contrario, enlenteciendo el vaciado del estómago, lo que puede causar reflujo gastroesofágico.
Las millones de bacterias presentes en el intestino –flora o microbiota intestinal– también influyen en nuestros pensamientos y emociones, y el estrés se asocia a alteraciones en la población bacteriana del intestino que pueden afectar al estado de ánimo, y que perjudican especialmente a personas con enfermedades inflamatorias intestinales como el Crohn o el síndrome de intestino irritable.
Sistema inmune
Los glucocorticoides, como el cortisol, intervienen en la regulación del sistema inmunitario, lo que puede constituir una ventaja al estimularlo para que reaccione mejor ante una situación de riesgo. Sin embargo, con el paso del tiempo las hormonas del estrés debilitan nuestras defensas y disminuyen la capacidad del organismo para combatir patógenos externos. Por esta razón, las personas estresadas son más propensas a contraer infecciones virales como la gripe o el catarro, y pueden tardar más en recuperarse de una enfermedad o lesión.
El estrés crónico, además, deteriora la comunicación entre el eje hipotalámico-pituitario-adrenal y el sistema inmune, lo que se ha asociado al desarrollo a largo plazo de numerosos problemas físicos y mentales, incluyendo fatiga crónica, enfermedades metabólicas (obesidad, diabetes…), depresión y trastornos inmunes.
Aparato reproductor y sexualidad
En las mujeres pueden aparecer alteraciones del ciclo menstrual (amenorrea, dismenorrea, cambios en la periodicidad o duración de la menstruación), síndrome premenstrual y dificultades para quedarse embarazada, además de intensificarse los síntomas de la menopausia. El estrés, especialmente si se acompaña de problemas de salud, sentimentales o laborales, el cuidado de niños o familiares enfermos, o síntomas depresivos, reduce significativamente su deseo sexual.
Durante el embarazo, el estrés materno puede afectar negativamente al feto, y aumenta el riesgo de sufrir depresión y ansiedad, tanto durante la gestación, como tras el parto, interfiriendo en la relación madre hijo y perjudicando el desarrollo del bebé.
Los hombres pueden sufrir disfunción eréctil por causas psicológicas, y aunque el estrés agudo puede hacer que produzcan más testosterona, este efecto no es duradero, y los niveles de esta hormona sexual masculina pueden comenzar a descender en una situación de estrés crónico, lo que interfiere con la producción de esperma y puede provocar bajo deseo sexual, disfunción eréctil o impotencia.
Trastornos emocionales
El estrés crónico también provoca problemas psicológicos y emocionales como ansiedad, depresión o ataques de pánico, y constituye un importante factor de riesgo de conductas compulsivas o adictivas respecto a sustancias como el alcohol, el tabaco, determinados medicamentos, u otras drogas. Además, contribuye a que el afectado coma en exceso –y engorde–, o apenas pruebe bocado, tenga dificultades para conciliar o mantener el sueño, lleve una vida sedentaria, o se aísle socialmente, y estos factores suelen aumentar los niveles de estrés, generando un círculo vicioso del que resulta difícil salir sin ayuda.
La Dra. Rodríguez Vega cree que «no hay una enfermedad en la que la situación de estrés crónico no tenga una influencia importante». La psiquiatra recuerda que el estrés nos va acompañar toda la vida, y por ello propone que aprendamos a afrontarlo con un estilo de vida saludable: dieta, ejercicio, sueño, aumentar la conciencia de nosotros mismos (cada uno con lo que prefiera: yoga, meditación, mindfulness…), y revisando nuestros valores, porque actualmente parece que lo ideal es estar muy ocupados y demostrarlo en las redes sociales, y estar tranquilos y relajados, sin hacer nada especial, puede ser muy positivo para nuestra salud mental.