Qué es la esteatosis hepática
4 noviembre, 2020La esteatosis hepática, popularmente conocida como hígado graso, consiste en una acumulación de triglicéridos en el hígado. El órgano aumenta de tamaño y aparecen gotas de grasa dispersas por todo el tejido hepático, que pueden verse a simple vista.
La afección ocurre, sobre todo, tras un consumo excesivo de alcohol; incluso se ha observado esta anomalía en un 90% de los individuos con alcoholismo crónico. Sin embargo, también existe la esteatosis hepática no alcohólica, y en este caso la afección no está relacionada con el consumo de alcohol y puede aparecer en pacientes abstemios o sin historial de consumo importante de alcohol.
Es la causa de enfermedad hepática crónica más frecuente en el mundo desarrollado. Su incidencia ha ido en aumento debido al mayor número de personas con obesidad y diabetes, así como por el mayor uso de la ecografía abdominal en el ámbito sanitario en el estudio rutinario de la elevación de transaminasas. Se estima una prevalencia en torno al 25-30% de la población.
Si atendemos a su relación con la obesidad, en individuos con índice de masa corporal normal la esteatosis hepática se presenta en uno de cada 10 aproximadamente, mientras que en individuos con IMC en rango de obesidad su prevalencia ronda el 80%.
Actualmente se habla de que este trastorno hepático es la expresión clínica del síndrome metabólico en el hígado. Puede presentarse también en los niños, relacionándose también con un 50% de los niños obesos.
Salvo complicaciones, en la mayoría de los casos se trata de un proceso benigno y reversible que, con el debido tratamiento, no provoca daño al hígado. Puede presentarse como un simple depósito de grasa en el hígado, pero puede progresar hasta una cirrosis y un carcinoma hepático en algunos casos. De hecho, en muchos casos de cirrosis de causa desconocida (no alcoholismo, no virus de hepatitis B y C, etcétera) se postula como causa escondida de estos problemas.
La causa principal de formación del hígado graso es la captación de los ácidos grasos libres y su depósito en el hígado. Si esta situación evoluciona y se produce un fenómeno inflamatorio hepático, se produce la esteatohepatitis, pudiendo progresar a cirrosis si la inflamación crónica se transforma en fibrosis. El mecanismo de filtro del hígado se vería alterado en fases muy avanzadas.
Como hemos comentado, frecuentemente el hígado graso está asociado al alcoholismo crónico, pero hay otras causas que originan el trastorno, así como diversos factores de riesgo que incrementan las posibilidades de padecerlo como:
- Diabetes mellitus: ocurre en la mitad de los pacientes con DM tipo II.
- Obesidad: el 60-90% de las personas con obesidad importante acaban desarrollando esteatosis hepática.
- Hipertrigliceridemia
- Síndrome metabólico y resistencia a la insulina. El aumento de ácidos grasos libres en estas situaciones conlleva un mayor acúmulo de estos en vísceras, como el hígado fundamentalmente, y a nivel muscular.
- Diverticulosis: presencia de divertículos en el intestino.
- Antecedentes familiares de esteatosis hepática.
- Hepatitis C crónica.
- Antecedentes familiares de esteatosis hepática.
- Hepatitis C crónica.
- Nutrición deficiente: se han descrito casos de esteatosis en pacientes con inanición prolongada y con malnutrición proteico-calórica.
- Exposición a agentes tóxicos: como el tetracloruro de carbono (que se usa como líquido refrigerante).
- Síndrome de la apnea del sueño.
- Hipotiroidismo.
- Embarazo: esteatosis hepática aguda del embarazo, una complicación muy rara y cuya causa se desconoce.
Síntomas de hígado graso
Los pacientes con esteatosis hepática suelen presentar una serie de síntomas inespecíficos como:
- Dolor abdominal. No se describe como un dolor intenso, pero sí como una molestia constante localizada en la región derecha del abdomen y en la zona de la boca del estómago. Suelen aquejar plenitud con las comidas incluso ligeras.
- Vómitos.
- Pérdida de apetito.
- Diarrea.
- Pérdida de peso.
- Somnolencia.
- Astenia.
Sin embargo, hasta en un 30% de los casos, el paciente se encuentra totalmente asintomático. En estos casos, la esteatosis hepática se descubre gracias a algún análisis casual solicitado por el médico de cabecera, o por cualquier otra consulta. También puede iniciarse el estudio porque el médico haya palpado un aumento del tamaño del hígado en la exploración del abdomen, hecho que ocurre en más de la mitad de los casos.
En los casos en los que la causa sea el alcoholismo, el enfermo despide un intenso olor a etanol y puede presentar rojez facial y ocular, excitación, temblor o, incluso, una intoxicación etílica evidente. Suele tener aumento del tamaño de las glándulas parotídeas (delante de las orejas, sobre la rama mandibular), así como presentar telangiectasias en la región de la nariz y en los pómulos. Es frecuente observar un aumento del perímetro abdominal con venas muy notables bajo la piel del vientre, e incluso una pequeña hernia umbilical en casos avanzados.
En pacientes más graves pueden observarse síntomas de hígado graso como dolores intensos en la zona superior del abdomen y desarrollar incluso una insuficiencia hepática aguda. Si la enfermedad evoluciona en el tiempo, sin tratamiento, puede acabar apareciendo carcinoma hepatocelular, cirrosis y hepatitis fulminante. En estos casos puede entonces haber ictericia y una pérdida generalizada de masa muscular, pero con un abdomen muy prominente que asocia frecuentemente la presencia de líquido (ascitis).
Diagnóstico de esteatosis hepática
Debe sospecharse que existe esteatosis hepática ante cualquier paciente con un elevado consumo de alcohol (más de 80 gramos de etanol al día) o con obesidad muy marcada. Para confirmar el diagnóstico de hígado graso se realizan las siguientes pruebas:
- Análisis de sangre: deben valorarse las enzimas hepáticas, ya que son de los primeros parámetros que se elevan en caso de que el hígado esté dañado. Estas enzimas son la bilirrubina y las transaminasas (GOT y GPT). Las transaminasas suelen presentarse en el doble de su valor normal. Es la razón más frecuente de iniciar un estudio que concluye en hígado graso como diagnóstico. La alteración de estos valores en la analítica determina el estado del hígado, pero no confirma que la causa del fallo sea una esteatosis hepática, por lo que son necesarias pruebas posteriores.
- Ecografía abdominal: como la analítica de sangre detecta la lesión hepática, pero no la causa de la misma, una ecografía, en la que se observan tanto el hígado como las estructuras colindantes, servirá para determinar si la causa de la alteración tiene su origen en el tejido hepático o en la vía biliar. Es útil también para descartar otros procesos que alteren la función hepática o puedan haber producido síntomas similares.
- TAC y RMN: si con la ecografía no se termina de ver bien el hígado, se recurre a estas pruebas, que definen mejor un aumento de la grasa hepática. Sin embargo, estas técnicas tienen un coste sanitario muy elevado, por lo que sólo se emplean en el caso de que las pruebas anteriores no hayan conseguido un diagnóstico definitivo y el paciente siga presentando las manifestaciones clínicas descritas en el apartado síntomas.
- Biopsia hepática: es la prueba definitiva para establecer el diagnóstico de esteatosis hepática. Se toma una muestra de tejido del hígado para, posteriormente, estudiarla en el laboratorio. Con la biopsia también se puede determinar si la causa de la esteatosis es la ingesta etílica o no.
- Fibroscan o elastografía hepática: permite estimar el grado de fibrosis hepática mediante la forma de transmitir ondas que presente el hígado. Es una técnica incruenta aunque no definitiva para su diagnóstico.
- Prevención de la esteatosis hepática
La mejor forma de prevenir el hígado graso es evitar los factores de riesgo que propician su aparición, modificando el estilo de vida en aquellos casos en que sea preciso. Las recomendaciones para anticiparse a la esteatosis hepática son:
- No consumir alcohol, especialmente si se tienen antecedentes familiares de esteatosis hepática o alguna otra patología que afecte al hígado.
- Mantener un peso adecuado; el sobrepeso y la obesidad, y especialmente acumular grasa abdominal (obesidad central), se asocian frecuentemente con la esteatosis. Pero esto se debe realizar bajo la supervisión médica, de manera que no se pierda más de 3-4 kg al mes, pues una pérdida más acusada o brusca puede agudizar la enfermedad.
- Llevar una dieta equilibrada y practicar ejercicio regularmente.
- Controlar la diabetes correctamente, de acuerdo a las indicaciones del médico, en el caso de que se padezca esta enfermedad. Asimismo se aconseja un correcto control de lípidos en sangre, tanto colesterol como triglicéridos.
- No automedicarse, y consultar con el médico cualquier síntoma o anomalía que se relacione con un tratamiento farmacológico que esté siguiendo el paciente. Existen numerosos medicamentos cuyo metabolismo hepático puede incrementar el riesgo de padecer este trastorno.La suplementación de la dieta con aceite de pescado rico en omega 3, u otros compuestos con esta molécula (ácido docosahexaenoico y ácido eicosapentaenoico), ha generado multitud de trabajos de investigación con resultados satisfactorios en la protección hepática frente a las causas que provocan esteatosis.