Ansiedad
20 diciembre, 2021La ansiedad constituye un aspecto normal del estado emocional de los seres humanos. Se trata de una reacción natural de nuestro organismo frente a lo que percibimos como una amenaza –real o imaginaria–, y nos permite afrontar situaciones difíciles y sobrevivir. Sin embargo, cuando no va asociada a un mecanismo de reacción para enfrentarnos a un problema, y además se prolonga en el tiempo a pesar de no estar expuestos a ningún peligro, la ansiedad se vuelve patológica y se extiende a todos los ámbitos de la vida del afectado.
Esta angustia se define como un afecto similar al miedo pero que, a diferencia de este, no obedece a un estímulo amenazante externo, sino que es vivida como procedente de la interioridad psíquica del individuo. Para la psiquiatría europea la ansiedad se refiere a la expresión sobresaltada de ese afecto.
Los pensamientos catastrofistas –lo que se conoce como ansiedad anticipatoria– y la baja tolerancia a la frustración y al duelo –que en numerosas ocasiones se intentan superar a base de psicofármacos– han incrementado la prevalencia de la ansiedad en las sociedades desarrolladas, y han facilitado que este ‘mal del siglo XXI’ se esté extendiendo entre los jóvenes, sobre todo en este periodo de pandemia que vivimos actualmente.
A quién y cómo afecta el trastorno de ansiedad
El trastorno de ansiedad generalizada es uno de los trastornos psiquiátricos más comunes; es más frecuente en mujeres y está relacionado con el estrés ambiental crónico. En personas de mayor edad existe una mayor prevalencia de ansiedad grave. Hay una asociación con el ámbito social, y existe una mayor incidencia sobre la población con bajos niveles socioeconómicos.El síntoma que los pacientes refieren como “sentirse nervioso” es el de mayor frecuencia y gravedad, seguido por “sentirse irritado”, mientras que los ataques de pánico son más habituales en las mujeres. La tensión muscular que deriva en dolores de espalda y cuello y las cefaleas son las afecciones más comunes, seguidas por encontrarse cansado o débil sin motivo, y tener problemas para conciliar o mantener el sueño.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que entre el 5 y el 10% de la población sufre ansiedad, con más mujeres afectadas. Y la prevalencia de ansiedad por zona geográfica muestra una relación positiva con las áreas más densamente pobladas o de mayor conflicto armado; con una edad de inicio entre los veinte y los treinta años, pero con síntomas ansiosos desde edades tempranas.
La pandemia de COVID-19 ha incrementado este mal global entre la población, sobre todo entre el personal sanitario, niños y ancianos, en los que más ha impactado sobre su salud mental. Y es que, como apuntaba el director de la OMS, «el aislamiento social, el miedo al contagio, y la pérdida de miembros de la familia se ve agravado por el malestar causado por la pérdida de ingresos y empleo en algunos casos”. Por poner un ejemplo de este impacto, en EE.UU. las tasas de ansiedad han pasado de un 8,1% en 2019 a un 37% en 2020.
Causas de la ansiedad
La ansiedad, al igual que otros sentimientos (placer, exaltación, euforia, éxtasis, tristeza, ira, rabia y calma), resulta fundamental en la vida de las personas; regulan la interacción con los demás y ofrecen un sistema de alarma que, en el caso del miedo, sirven para afrontar situaciones de peligro o riesgo.
Estas emociones, así como la percepción y la acción, están controladas por circuitos neuronales del encéfalo. En el caso específico de la angustia, su experiencia incluye tres tipos de componentes:
- Un componente cognoscitivo.
- Respuestas autonómicas, endocrinas y esqueleto-motoras.
- Representaciones subjetivas del estado emocional.
Dos emociones humanas tienen mucha importancia en cuanto a las causas de la ansiedad: la sexualidad y la agresividad. Sin embargo, en la descripción que las personas hacen de su angustia, pueden esgrimir muchas razones que no guardan ninguna relación con deseos agresivos o sexuales. Muchos pacientes, por ejemplo, se sienten extrañados frente al hecho de que la causa de la ansiedad surja precisamente cuando se encuentran más contentos y han conseguido por fin el logro deseado. Otros culpan de su estado al abandono de un ser amado, la mala suerte en los negocios, la soledad, un medioambiente adverso o el fracaso de un proyecto. Por no hablar de situaciones que nos sumergen en la incertidumbre, como la pandemia de COVID-19.Estas quejas manifiestas son la expresión inconsciente de situaciones traumáticas de separación en las etapas iniciales de la vida, cuando el desarrollo psicológico es incompleto, y el sujeto no cuenta con elementos suficientes para defenderse del temor a perder la vida o ser aniquilado por peligros supuestos o reales. Cada nueva situación de abandono o separación es ahora mal soportada; hasta un hecho cotidiano aparentemente banal puede ser motivo para desencadenar el estado de angustia y ser la causa de la ansiedad.
De acuerdo con la teoría conductista, la angustia es una respuesta condicionada a un estímulo ambiental; las personas afectadas por la ansiedad han sobregeneralizado sus temores y han aprendido, por imitación, a responder ansiosamente. La imitación proviene de respuestas semejantes de sus padres, cuidadores o figuras importantes; en consecuencia, las respuestas de los ansiosos son valoraciones que exceden la peligrosidad de las situaciones, y subestiman sus propias habilidades para enfrentar esas amenazas.
La angustia es un afecto normal; su intensificación, que se convierte en fuente de sufrimiento e incapacidad, es lo que la convierte en patológica.
Síntomas de la ansiedad
La característica esencial de este trastorno es un sentimiento de desazón y desasosiego generalizados y persistentes, que no están referidos a ninguna circunstancia ambiental en particular. Lo más habitual es que el paciente se queje de estar permanentemente nervioso, así como de sentir otros síntomas típicos de la ansiedad como:
- Temblores
- Tensión muscular
- Exceso de sudoración
- Respiración acelerada
- Sensación de que acecha un peligro inminente
- Mareos y vértigos
- Taquicardia
- Molestias epigástricas
- Dificultades para concentrarse por culpa de su alto grado de preocupación
- Alteraciones del sueño y problemas para dormir.
Con frecuencia manifiestan el temor a que ellos mismos, o sus seres queridos, puedan contraer una enfermedad –como ocurre estos días con la pandemia de coronavirus– o sufrir un accidente, entre diversas obsesiones y presentimientos de carácter negativo. La ansiedad es un trastorno más frecuente en mujeres y está a menudo relacionado con el estrés ambiental de su vida cotidiana. Tiene un curso variable, dependiendo de las características de la persona afectada, pero tiende a ser fluctuante y crónico.
Para que el trastorno de ansiedad sea diagnosticado como tal, el paciente debe presentar síntomas de ansiedad casi todos los días durante varias semanas seguidas. Los signos de ansiedad más indicativos son:
- Aprensión (excesiva preocupación sobre posibles desgracias futuras, sentirse “al límite” de sus fuerzas, dificultad de concentración, etcétera).
- Tensión muscular (agitación e inquietud psicomotrices, cefaleas de tensión, temblores, incapacidad de relajarse).
- Hiperactividad vegetativa (mareos, sudoración, taquicardias o taquipnea, molestias epigástricas, vértigo, sequedad de boca…).
- Los niños suelen manifestar una necesidad constante de seguridad y atención, y quejarse reiteradamente.